martes, 1 de mayo de 2018

Por el Duero, por el Douro

El pasado sábado 28 de abril, la Asociación volvió a  disfrutar de un día de convivencia sobre ruedas. Esta vez, los destinos elegidos fueron la presa de la Almendra y Fermoselle, en la provincia vecina de Zamora y del otro lado del río Duero, adentrándonos ya en Portugal, la fronteriza Miranda do Douro.

El pistoletazo de salida tuvo lugar a las ocho de la mañana en la Plaza de la Constitución de Castronuño. A pesar de lo temprano del horario, todo el mundo irradiaba el estado emocional de alegría y relajación que suele acompañarnos ante la previsión de un día divertido de excursión. 
Nuestro chofer Eugenio, ya casi un Castronuñero más por las muchas ocasiones compartidas, nos deleitó con sus melodías y sus habituales chistes de camino a Zamora, donde paramos lo justo para recoger a nuestra guía turística, otra de las anécdotas del viaje.
Primera parada: la presa de Almendra, conocida también como el mar de Castilla por la cantidad de agua embalsada, tanta que sus límites se pierden en el horizonte. A pesar de ello, supimos que no estaba a su máximo nivel. Las aguas caídas esta primavera todavía no han sido capaces de acabar con las terribles consecuencias de la devastadora sequía que padecimos el año pasado.
De nuevo al autobús con destino a la siguiente etapa de la excursión. Era el turno de visitar Fermoselle y su casa del parque, donde fuimos muy bien recibidos por sus monitores. Tras la proyección del video inicial, que nos ayudó a situarnos en el medio natural en el que estábamos, tuvimos una visita guiada por el propio parque, aprendiendo de alcornoques, robles y demás especies de la flora y fauna de este valle zamorano con microclima propio, que le permite cultivar hasta naranjos y otras plantas propias del clima mediterráneo. Por cierto, el jardín estaba precioso y cuidado, con su propio pozo de agua típico de la zona, donde los peques que nos acompañaban emularon la extracción de aguas subterráneas.
A la despedida se nos encomendó una misión, esta es: mandamos un caluroso saludo a Alberto y Cristina, monitores de nuestra casa del parque Riberas de Castronuño-Vega del Duero, de parte de sus compis fermosellanos.
¡Por fin un café! Antes de comenzar la visita al casco urbano de Fermoselle junto con  su iglesia y bodega tradicional, por cierto, también afectada de humedades de origen desconocido, hicimos un alto en el camino para reponer fuerzas y vaciar circuitos.
A la salida de Fermoselle pudimos comprobar parte de la recreación de la leyenda local, en la que se cuenta cómo un  sudario atado a una cruz del calvario fue desatado por el pico de una cigüeña, especie casi imposible de avistar por la zona. De momento, allí seguía, esperando el pico de una hábil cigüeña.
Tras las singulares explicaciones recibidas por parte de la guía que nos acompañó durante prácticamente todo nuestro viaje, nuestro chofer Eugenio dirigió su metálico corcel sobre ruedas hacia tierras lusitanas. Una vez en Miranda do Douro, lo primero fue cargar energías con la degustación del menú contratado, en el que no faltó el tradicional bacalao a la dorada. Quedamos “muito obrigado”.
Aún nos quedaba lo mejor: el crucero fluvial sobre el Duero. Pero antes, momento de compras para unos, de visita a los monumentos y calles mirandesas para otros.
Paseando por el casco antiguo de Miranda, algunas de las personas de la excursión quedamos sorprendidas por el parecido de estas calles de edificios radiantemente encalados con las calles de un pueblo típicamente marinero de costa. ¿Acaso sea esta otra “Costa Dourada”?.
Llegó el momento de la guinda del pastel, un crucero en barco por Los Arribes Zamoranos. Después de superados los miedos al agua por parte de algún que otro excursionista, todo se vio recompensado ante la contemplación de esos profundos acantilados de gran belleza. Castilla y León es infinita y hermosa, también esta parte fronteriza compartida con nuestros vecinos portugueses.
El crucero consistió en un paseo en barco de aproximadamente una hora. En el viaje de  ida, la profesionalidad de la propia guía del barco amplió nuestros conocimientos sobre la fauna y flora no sólo del medio terrestre de los Arribes, con aves tan singulares como la asustadiza cigüeña negra, sino que también aprendimos y contemplamos en directo vía microscopio la minúscula fauna que habita el plancton del río, como la pulga de río. En el paseo de vuelta, las personas más intrépidas y menos frioleras disfrutaron de la proa y popa del barco en el exterior. Todo un deleite para nuestras retinas.
Desembarcamos y… foto de familia, con la que podremos atestiguar el disfrute de un bonito día excursión que empezó con amenaza de lluvia, pero resultó ser un radiante día de primavera. Por si faltaba algo, “vino español”, perdón, “vino portugués”, oporto concretamente, y exhibición de cetrería,  que fue disfrutada por nuestros peques, Bruno y Diego, voluntarios para recibir las aves, junto con Mila y Rafa, otros castronuñeros voluntarios.

En resumen, ¿para cuándo la siguiente? Esperemos que sea pronto.






 







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